Actualmente el mundo se mueve rápidamente en una transición hacia la sostenibilidad en un entorno cargado de incertidumbre y desafíos económicos derivados de la pandemia del SARS-CoV-2/COVID-19. En este complejo contexto es recomendable impulsar estrategias adaptativas incluyentes y sustentables para los sectores agropecuarios, forestales, mineros, turísticos y energéticos que combinen las acciones de reducción de la pobreza y de la vulnerabilidad con las de adaptación al cambio climático y la transición a una economía más sostenible y baja en carbono.
De igual forma, en los últimos años se ha constatado una creciente sensibilización por parte de los consumidores acerca de las consecuencias de sus decisiones de compra sobre el ambiente y sobre su salud, conduciendo a una marcada preferencia por productos con características de sostenibilidad.
Es aquí donde surge nuestros nuevos proyectos de unidades de producción integral sostenible, que son aquellas que permiten el aprovechamiento óptimo de los recursos naturales, tecnológicos y culturales sin comprometer su disponibilidad a largo plazo, promoviendo el desarrollo, la seguridad alimentaria y la diversificación de productos agropecuarios, forestales, minerales, turísticos y energéticos de origen local o adaptados al territorio.
Actualmente, la sostenibilidad más que una convicción ética, es una ventaja competitiva en los mercados al considerar criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG por sus siglas en inglés) vinculados a la eficiencia y reputación como factores que se encuentran bajo un escrutinio cada vez más avezado por parte de inversionistas y consumidores.
Desde este punto de vista, una buena planificación de la unidad de producción integral sostenible tiene como punto de partida el ecosistema con el que se trabaja, adecuándose a cada contexto de acuerdo con las particularidades ambientales y prioridades sociales o económicas, aprovechando la tecnología para mejorar la eficiencia y acelerar la transición a un modelo de mayor desempeño en sinergia con su entorno.
La estructuración de sistemas integrados de producción permite concatenar procesos y agregar valor a los productos, incrementando los rendimientos y la rentabilidad de las operaciones a corto, mediano y largo plazo. Por ejemplo, la implementación de sistemas agroforestales y silvopastoriles integra procesos productivos que generan rendimientos en el corto y mediano plazo derivados del aprovechamiento de cultivos, carne y leche, combinados con inversión a largo plazo en productos forestales.
Las unidades de producción integral sostenible se enfocan en la adopción de prácticas de conservación y uso sostenible de la biodiversidad aprovechando y estimulando múltiples servicios ambientales como la captura y almacenamiento de carbono mediante la gestión forestal sostenible, para compensar las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de las actividades de la unidad o para certificar las remociones de CO₂ y ofrecerlas en mercados voluntarios de emisiones.
Justamente, en este escenario de cambio climático y considerando que el sector agropecuario es uno de los más vulnerables a sus impactos, los sistemas productivos integrados aportan una mayor resiliencia y capacidad de adaptación a las nuevas amenazas y riesgos físicos, transicionales y financieros al diversificar los productos y sus mercados objetivo, alcanzando una mayor estabilidad en la rentabilidad y productividad a largo plazo.
Diversificar significa “no meter todos los huevos en la misma cesta”.
Así mismo, la diversificación de rubros agrícolas y el desarrollo de otras actividades permiten romper con la extendida e ineficiente práctica del monocultivo, que conduce al agotamiento de los suelos y su pérdida de productividad con la consecuente extensión de la frontera agrícola en búsqueda de terrenos vírgenes.
Independientemente de la diversidad de actividades que se puedan integrar en una unidad de producción integral sostenible y del tamaño de la misma, el establecimiento de mecanismos para la obtención de métricas o índices sobre parámetros de desempeño e impacto resulta un punto focal para el seguimiento y comparativa temporal, y para el fortalecimiento de la toma de decisiones con miras a la mejora continua en los procesos.
En cuanto a los aspectos de gobierno corporativo, resalta la implementación de políticas de calidad y transparencia como un criterio que cobra mayor relevancia, así como el desarrollo de mecanismos de reporte y comunicación con grupos de interés y comunidades en el ámbito de acción de las unidades de producción integral sostenible.
En lo social, son aspectos de vital importancia el desarrollo de estrategias que vayan más allá del mero cumplimiento de las regulaciones laborales y que fomenten el bienestar de los trabajadores, la inclusión de grupos desfavorecidos y el enfoque de equidad de género, en el marco de políticas que fomenten el respeto a los derechos de estos grupos y sus medios de vida.
Enfoque de género se basa en el reconocimiento de que la participación plena y equitativa de las mujeres y los hombres en las distintas actividades productivas es una condición absolutamente esencial para maximizar los resultados de los proyectos y contribuir con el desarrollo social de las comunidades.
Por otro lado, la formación y fortalecimiento de capacidades técnicas del personal y de las comunidades es esencial en el logro de una sostenibilidad a largo plazo en las unidades de producción integral como medio para la potenciar la innovación y crecimiento.
Para concluir, desde el punto de vista económico actualmente estamos creando las herramientas de financiamiento para modelos de unidades de producción integral sostenible mediante CROWDFUNDING CCSCEX y convirtiendo a los consumidores en pequeños inversionistas y potenciales socios.
Inspirado por la inquebrantable creencia de que la innovación tiene el poder de cambiar el mundo, me presento: Soy Daniel Valero G, el motor detrás de CCSCEX | CARACAS COMMODITY EXCHANGE®